miércoles, 15 de abril de 2020

¿Por qué no puedo “portarme bien”.?

(Este post se publicó por primera vez en el Blog Hiperactivo el 5 de febrero del 2010)

¿Qué es portarse bien? Realmente creo que merece la pena que nos lo preguntemos, porque es muy frecuente que a nuestra consulta de Psicología lleguen padres que preguntan ¿pero por qué mi hijo no puede portarse bien?, ¿llegará a portarse bien algún día? Pero lo más interesante es que también muchos niños expresan que no pueden portarse bien o nos hacen la pregunta ¿por qué no puedo portarme bien?

Hoy en día las dificultades que muchos niños enfrentan en la proyección de su conducta, resulta una preocupación importante de muchas familias y de la comunidad educativa en general. Para los adultos significativos el comportamiento bueno o malo de los niños, va a estar determinado por el tipo de conductas que los niños presentan que pueden ser esperadas o no esperadas por ellos. Permítanme subrayar lo relativo a las conductas esperadas o no por el adulto, ya que el comportamiento de un sujeto puede ser leído desde diferentes ópticas y por ello portarse bien o mal puede ser un término con una gran carga de subjetividad. Entonces un niño se porta bien o mal en dependencia a cómo se evalúe, cuál es el valor de referencia y las circunstancias en la que se da la conducta.

Los problemas de conducta son la proyección de un comportamiento perturbador. El comportamiento perturbador no tiene significación por sí solo, sino que se trata de un síntoma externalizado que esconde un conjunto de signos que no tienen por qué ser patológicos y que determinan dichas conductas. De ahí que su origen puede ser diferente para cada individuo a pesar de que el comportamiento sea en muchas ocasiones el mismo.

La mayor parte del comportamiento de cualquier sujeto, considérese o no un problema de conducta, es aprendido, mantenido y regulado por los efectos del medio. De esta manera podemos entonces entender cómo se adquieren muchas de las conductas inadecuadas. Entonces aparece un hálito de esperanzas para padres y maestros de niños con dificultades de conducta: la conducta inapropiada que ha sido aprendida, puede ser desaprendida o modificada. Y suponiendo que el problema esté causado por un déficit o trastorno, la conducta puede ser modificada y reaprendida por entrenamiento.

Es importante tomar en cuenta que en el caso de niños con TDAH, Trastorno Oposicionista, TEA y otros trastornos con un origen orgánico en ocasiones no va a ser suficiente el trabajo de modificación de conductas o de aprendizaje de otras nuevas, sino que deberán emplearse estrategias que al reconocer la cronicidad del sustrato conductual, empleen además otras,  encaminadas a reducir la ocurrencia de esas conductas y centrarse en el trabajo de prevención de estos comportamientos, reduciendo o cambiando las condiciones que dan lugar a estas conductas y disminuyendo la duración e intensidad de las mismas. Unido a ello será importante propiciar las condiciones para que aumenten las probabilidades de tener conductas apropiadas.

Por ello la insistencia de que en el trabajo con  niños con dificultades conductuales el ambiente no es un invitado ocasional, sino que va a constituirse en el elemento esencial del proceso de intervención.

Un enfoque que refuerza esta idea lo encontramos en los trabajos que se  realizan para la atención a niños con TDAH, que tienen en cuenta que si bien está determinado por condiciones neurobiológicas o sea  neurodesarrollo, deviene trastorno, cuando los síntomas no encuentran una respuesta adecuada en el entorno social e impactan las relaciones del sujeto con su familia, la escuela, el grupo de pares o su estabilidad personal. La calidad de vida de las personas con TDAH depende de las habilidades de los adultos significativos con los cuales interactúa el niño, para ofrecerles un entorno suficientemente estructurado que permita la máxima autonomía, y a la vez minimice aquellas condiciones que los induzcan a realizar conductas inapropiadas y los predispongan a la falta de autorregulación.

La premisa fundamental para lograr conductas apropiadas en los niños tengan o no TDAH, es ofrecer un entorno seguro. ¿Qué implica un entorno seguro? Un lugar donde haya un orden, rutinas y reglas porque ellas proveen una estructura, un marco de acción, un encuadre que permite perfilar lo negociable y lo no negociable, lo que puedo y no puedo hacer, el momento metafóricamente hablando, de "activar los frenos". ¿Qué aprende un niño al ponerle límites adecuadamente? El niño aprende valores, aprende a comportarse de forma segura. Los límites les permiten aprender a organizarse, a tener buenos hábitos que los ayuden a vivir mejor. Aprenden a confiar en el adulto, pues este los respeta, los cuida y les atiende.

No menos importante para lograr un entorno seguro, es la consistencia. Ser consistente es por un lado lograr unidad de objetivos acerca de cómo proceder en cuanto a la conducta por parte de los adultos significativos, o sea qué comportamientos se esperan y cuándo y por el otro, la firmeza para eliminar interferencias y situaciones que impidan que lo que esperamos del niño se dé en cualquier momento, lugar y condición. Las discrepancias entre los padres o entre los maestros, desestabilizan, confunden al niño, "¿por qué hoy no puedo hacer tal cosa y ayer sí?", "le digo a mi mamá, ya que mi papá dijo que no, a ver si lo logro, pruebo fuerzas, total a veces se cansan…"

El establecimiento de consecuencias a las conductas también constituye una garantía para un entorno seguro. Al estructurar límites es importante pensar en las consecuencias de su cumplimiento o incumplimiento. Las consecuencias son una forma efectiva de enseñar a los niños a que tomen la responsabilidad por sus decisiones, acciones y compromisos porque es necesario asegurarse que el niño sabe lo que ha hecho mal y lo que no debe volver a hacer y ayudarle a encontrar formas de evitar esas conductas inaceptables.

Por último en este sistema los padres deben estar con los hijos sin condición. Comportarse de forma coherente a lo exigido, pues con el ejemplo también se enseña, por lo que han de ser consecuentes con el modo habitual de hacer en casa. Además ser firmes y coherentes, pues si se cede, después costará mucho más retomar nuevamente el respeto de esas normas. Es necesario que adopten una mentalidad flexible que permita ir adaptando esas normas a la situación, al momento y edad concreta del niño. Pero sobre todo deben garantizar que exista un buen clima familiar, de afecto y cariño para que los niños sientan la seguridad que necesitan para trabajar para el mejoramiento de su conducta.



Estrategias para organizar el ambiente en casa.

(Este enlace se publicó por primera vez en el Blog Hiperactivos el 8 de febrero del 2010. Hoy tiene toda su vigencia)



Con frecuencia, cuando un niño es diagnosticado con el TDAH o cualquier otro trastorno del neurodesarrollo, la primera reacción de unos padres preocupados es, “¿Qué puedo hacer al respecto?”. 

Como padre o madre, usted puede ayudar a crear ambientes en el hogar y en la escuela que mejoren las oportunidades de éxito para su hijo. Mientras más pronto atienda sus problemas, más probabilidad tendrá de prevenir los fracasos escolares y sociales y los problemas asociados tales como el fracaso escolar y la auto-estima empobrecida o la exclusión de los entornos sociales. La intervención temprana es la clave para obtener resultados positivos para su niño.

A continuación te ofrezco algunas de las estrategias que recomendamos a los padres de los niños que atendemos. Les plantearé primeramente aquellas que tienen que ver con la organización del ambiente en casa.

 Mantenga su hogar organizado. Mientras más tenga su hogar programado y organizado, será mejor para su hijo. La rutina puede ayudarlo a aprehender el sentido de orden en su vida y la da seguridad, porque sabe siempre qué debe hacer en cada momento y qué sigue.  Sea consistente con su rutina.

 Simplifique su vida. Por favor, no trate de hacer todo, estar en todo, liderear todos los grupos. Reduzca el número de sus actividades. Su hijo necesita de su tiempo y atención más que otras personas. Pase más tiempo en casa con sus hijos y su familia.

 Sea justo, firme y consistente con su disciplina. Asegúrese que su hijo sepa las reglas con anticipación. Revise éstas cuantas veces sea necesario.  Sea firme, no recompense comportamientos inadecuados ignorándolos,  sea justo con su hijo. Sea sabio al momento de disciplinar o de aplicar consecuencias. Que las consecuencias nunca esté determinadas por la magnitud de su enojo, sea objetivo. 

 Instruya durante las incompetencias, enséñele cómo hacer las correcciones. Los niños pueden saber la diferencia entre incompetencia y rebeldía. Cuando su hijo actúe de manera incompetente, enséñele cómo hacer las cosas bien y permita que las practique. La rebelión o el comportamiento retador, sin embargo, necesitan ser disciplinados. Sí, su hijo necesita saber quién está a cargo y esta persona tiene que ser usted, no él.

 Evite que su hijo o usted lleguen a la fatiga. Todos nosotros nos volvemos irritables cuando nos cansamos. No planee demasiadas actividades en su día, para que éstas no los agoten a usted o a su hijo. Si esto sucede entonces será difícil sobrellevarlas, tanto para usted como para él. Recorte sus actividades, haga menos, no más, ahorre energía, vaya despacio.

 Implique al niño en el establecimiento de reglas, regulaciones, limitaciones, esquemas, esparcimientos y otras actividades personales y familiares. Trabajen juntos y sean consistentes en lo acordado. 

 Dele responsabilidades familiares razonables y tareas en consonancia con sus aptitudes. Enséñele a realizarlas y luego alabe su cumplimiento.

 Dígale al niño cuándo se porta mal y explíquele lo que usted siente acerca de su conducta; después estimule que ponga en práctica otras formas de conducta más aceptables y que las lleve a cabo en el futuro.

 Insista en que el niño coopere socialmente jugando, ayudando y colaborando con otros en la familia y en la comunidad. Proporciónele oportunidades adecuadas para la participación social y elogie la conducta cooperativa.

 Sea consistente. Como padres es preciso ser tan constructivamente estables en la propia conducta como sea posible bajo diversas circunstancias. Recordar que cada vez que usted cambia su reacción conductual ante el niño le confunde acerca de lo que usted espera o cómo desea que actúe.

 Procure darle un lugar para trabajar o estudiar sin interferencias. Con regularidad ayúdelo a checar su escritorio o lugar de estudio, sus cuadernos, sus útiles en general. Enséñele cómo organizarlos. Estimúlelo cuando considere que ha hecho esfuerzos en este sentido.

 Ayúdelo con claves para organizar sus pertenencias: colores, símbolos. Entrénelo en que debe haber un lugar para cada cosa y cada cosa debe estar en su lugar.

 Póngale todos los recordatorios que necesite en diferentes lugares de la casa.

 Simplifique las reglas de la casa. Explíquele lo que significa cada una y anótelas en una lista. Anote también lo que ocurrirá cuando las reglas se cumplan y cuando se rompan. Estos límites deberán ser comprensibles y sobre todo, inflexibles.

 Trabaje la familia en equipo.  Es necesario que diseñen juntos el programa y tengan un contacto directo con el niño durante su instrucción. Estén abiertos a probar nuevas cosas cuando algunas no funcionen. Piense que es posible que las cosas no funcionen bien a la primera. Acompáñelo en el proceso. 

  No se muestre derrotado, esté abierto a probar nuevas estrategias y tiempos. No haga juicios de valor desfavorables delante de su hijo con respecto a su conducta. Piense positivamente que no siempre todo sale bien a la primera.

Psicp. Nieves Herrera Conde.